martes, 4 de junio de 2019

Proyecto USIA. Sobre las ruinas de las civilizaciones

Su nombre era Gaspar Alonso Zobral; un mozalbete recién asomando la nariz existancial al mundo de los adultos luego de una turbia adolescencia prolongada al extremo. Por eso no estamos diciendo que Gaspar transite la década de los veinte, ni de los treinta… Tiene cuarenta y dos en realidad, pero dado estos tiempos,  no es cosa infrecuente considerarlo como un joven posadolescente.
Había heredado una fortuna sideral gracias a la empresa que fundara su padre; y lo mejor no era precisamente la fortuna, sino la capacidad de la firma para continuar generando ganancias, por  muy escasa atención que se le prestara a su gerenciamiento.
En esa tarde de abril, con cierto nerviosismo, el magnate aguardaba la reunión girando rítmicamente sobre su silla ubicada en el centro de la mesa semicircular. Los demás miembros iban acomodándose de a poco, en la misma medida en que  corroboraban la accesibilidad de sus lugares para observar la gigantesca pantalla desplegada frente a todos.
Era una reunión de ocho personas (descontando a Gaspar) convocadas desde diversos puntos del cosmopolita orbe posindustrial. Estaban Matthias Von Mühlenen, un prominente médico de unos de los centros más avanzados de Europa; Kasumi Takahashi, técnica de la sede de Investigación sobre energía alternativa de Tokio; Martín Zapata, reconocido filósofo lationamericano;  Grace Marshall, socióloga de la Universidad de Oxford; Linda Uribe, experta en  Comunicación de la Universidad de Los Andes,   Jawahar Bansal, Ingeniero de la India; Miguela Miranda, bióloga del Conicet Argentina.
El propio señor Alonso se había encargado de seleccionarlos y congregarlos para dar curso a su cometido.
A pesar de que habían trascurrido algo poco menos de una década desde aquellos desafortunados eventos protagonizados por él, la opinión pública todavía no se sentía muy segura sobre su proceder, y seguía con desconfianza los pasos que Gaspar hacía para concretar su propuesta. Él había convocado a organizaciones no gubernamentales, fundaciones, centros de investigación, empresas, particulares…, a presentar proyectos tendientes a contribuir a la resolución de los innumerables problemas sociales que erupcionaban en cualquier momento y en cualquier lado del planeta: revueltas populares, asesinatos estratégicos, ataques terroristas globales, violencia generalizada, masacres protagonizadas por niños y adolescentes, y –lo que estaba preocupando seriamente al interior de todas las familias- una ola de suicidios de adolescentes entre los veinte y treinta años.
El octeto allí presente tenía la función de evaluar las propuestas a fin de decidir por la más oportuna y viable, la cual sería financiada por el magnate para su concreción.
__Señores, gracias por venir… __el anfitrión dio de este modo comienzo a la reunión__. Sé que todos ustedes han estado estudiando minuciosamente los proyectos propuestos. Como verán… hay para todos los gustos. Recibí sus votos, y en base a ellos, efectué una preselección de cuatro, cuyos ideólogos vendrán hoy para realizar en vivo la presentación de sus planes, con el objeto de poder interactuar  con ellos, analizando detalladamente las aristas de sus ideas, evacuar dudas… y hasta cabe la posibilidad de combinar proyectos, pues esto no es un certamen para otorgar un premio a la mejor idea, sino poner por obra algo que empiece a cambiar el preocupante ritmo social en el que nos hallamos…
“Repaso el nombre de los proyectos y vamos a comenzar con las presentaciones de inmediato. La primera se denomina “Centro de Investigación neuro-científico de patologías de la conducta social”, sigue el “Polos de Terapia Holística Oriental”, luego la  “Propuesta Educativa sobre control de agresión” y, para finalizar, el Proyecto USIA… Antes de que los veamos a todos, quisiera aclararles algo con respecto a éste: es sin lugar a dudas el más complejo y ambiciosos… Todos ustedes me consultaron  sobre la viabilidad económica para su implementación… pues sólo les diré que no piensen ello: estoy seguro de que… se podrá conseguir. Lo importante es su factibilidad técnica y la pertinencia de la proposición en sí.
“¡Bien!… Si todos están de acuerdo, llamaremos a la representante de la fundación que propone la investigación neuro-científica…
Sin mediar si quiera una sílaba más (la economía de palabras era una característica común entre semejantes eminencias), dieron entrada a la quincuagenaria doctora Prat, neurocientífica, representando a la Fundación Internacional Pro Salud Mental.


Había un motivo más que bien fundado para que la opinión pública se mostrara renuente a creer que aquel rostro rubicundo, notablemente mezquino de expresiones, se hubiera transformado en un super-archi-millonario filántropo, y dicho motivo podría ser mentado como “su pasado”.
Los primeros años de Gaspar se constituyeron en una vorágine infernal de drogas, excéntricos placeres, intentos de suicidios varios, y un extenso desfile de internaciones provocados por sus largos y periódicos  cuadros depresivos.
Para agravar la situación, la pujante compañía familiar lo hacía notorio en grado sumo, por lo que todos los medios de comunicación seguían paso a paso (como si no hubiese cosa mejor de la que hablar) toda la tragedia de sus días invertidos en hacer el amor a la muerte.
A sus veinticinco años la muerte de su progenitor lo dejó definitivamente huérfano… Archimillonario y huérfano. Madre no tuvo nunca, nació de vientre alquilado y óvulo extraído de un banco. De allí que su belleza y su inteligencia fuera una cuestión planificada, programada, diseñada por los expertos a quienes acudió el ingeniero Alonso Zobral para producir su hijo.
Si fuera a causa de su origen incierto, si por la falta de presencia parental -Gaspar fue criado por empleadas-, si por el excesivo bienestar caído en cascadas del cielo, si por la ola de suicidios de adolescentes  liberada al descontrol, lo cierto es que a lo largo de treinta años el joven tuvo diez intentos de suicidio.
Pero lo más mediático de su trayectoria no fue precisamente este incesante ir y venir desde la delgada línea divisoria entre la vida y la muerte, sino un episodio sumamente histórico que ocupó la primera plana de noticieros, programas, debates, redes sociales, diarios y revistas editados en todos los formatos tecnológicos disponibles, a lo largo y ancho de un intenso año; se trató del encuentro de Gaspar con sus dos “madres”, es decir, con la dueña de la mitad de su identidad genética y el vientre que lo hizo gestar durante los nueve primeros meses de su existencia.
Luego de su séptimo intento de suicidio, el millonario tuvo como un remanso de estabilidad emocional en el que aprovechó para llevar a cabo el único plan que hasta el momento ocupara la agenda de sus días: contactarse con todos los responsables de su origen.
Con el padre ya fenecido,  gracias a una fuerte inversión en investigadores y  a los recursos tecnológicos que le ofreciera la propia empresa, dio finalmente con ambas mujeres, a pesar de los eficaces resguardos de  identidad que las agencias de concepción garantizaran a los usuarios.
Las damas en cuestión, a pesar de todos los documentos firmados, accedieron a un más que público  encuentro con “el hijo”, esperando sin dudas sacar alguna jugosa tajada de la feliz situación.
Miles de cadenas televisivas ofrecieron fortunas para tener la primicia y exclusividad de la conmovedora reunión de Gaspar y con sus “madres biológicas”. Finalmente, el empresario seleccionó para el evento un famoso programa de chimentos que ocupaba la programación de las seis de todas las tardes de las amas de casa del país. Pero sería repetido por cientos de cadenas informativas nacionales e internacionales, redes sociales y demás medios de comunicación en cada punto del planeta.
La preparación  comenzó  cuatro meses antes del encuentro, destinados a una sustanciosa “previa” que mantuvo ocupado a una sociedad entera ávida de los intríngulis de los famosos (y más famosos si se trataba de millonarios). La misma consistió en una serie de entrevistas a cualquiera que estuviera aunque más no sea muy referencialmente involucrado, de temas de debates con especialistas y no tan especialistas, de comentarios diversos explotando las redes, de tal suerte que todos hablaban del tema, con un interés siempre en alza, agostando las diversas vertientes imbricadas en la cuestión.
Comenzó con el asedio de los bancos de óvulos, pues, como era de esperarse, el suceso hizo tambalear la premisa básica del negocio: la confidencialidad. Los directores y dueños de los mismos no dudaron ni un minuto en agremiarse y presentar demandas para evitar la publicidad del acontecimiento. Ante la infecundidad de sus acciones legales, realizaron una inútil campaña de desacreditación del hallazgo de Gaspar: con argumentos más o menos lógicas, acusaron al susodicho magnate de fraude, negando que realmente exista la más remota posibilidad de haber violado la privacidad con la que se manejan estos temas.
En realidad Gaspar había conseguido verificaciones fidedignas, mas no fue necesario colocarlas en el tapete para sopesar la argumentación de sus rivales. Simplemente, la sociedad quería que esas mujeres cincuentonas fuesen efectivamente las madres del millonario, por lo que muy poca importancia se dio a sus detractores, por muy atinadas que fueran sus presentaciones.
Cuando este debate obtuvo muestras de cierto aburrimiento en las personas, los comunicadores sociales pasaron a los entuertos legales y éticos sobre el tema. ¿Estaban autorizadas estas mujeres para entrevistarse con el hijo hallado? Los contratos respectivos hacían referencia a la imposibilidad de ambas en ubicar al fruto de sus entrañas y exigir derecho alguno; mas el hecho que fuese el propio hijo quien las contactara hacía caer al acontecimiento singular en el vacío legal. Por parecer inaudito e imposible, simplemente no estaba contemplado en la legislación.
Posteriormente tocó el turno del desfile de testimonios que exponían sus experiencias cercanas a algunas de las que estaban en cuestión: parejas que habían concebido su prole bajo este tipo de tratamientos, mujeres anónimas que con el rostro tecnológicamente borrados frente a las cámaras desnudaban el mundo de sus intimidades que las llevaba a donar (o vender) esa célula tan valiosa –como es el óvulo-, o a portar embarazos cuyos resultados no les pertenecerán de ningún modo…
Ante la cercanía de la cita, las pantallas de TV y los invisibles tejidos virtuales del espacio cibernético fueron atosigados por las historias de Nancy (la donante) y de Abigaíl (el vientre alquilado). Ante los millones de oídos que seguían con cierta morbosidad el hecho, ambas confesaron sus terribles traumas por saber la suerte de sus genes (en un caso), y de su cuerpo (en el otro), y  las expectativas porque de la reunión resulte alguna suerte de relación que permita sanear los reclamos de una conciencia maternal atormentada.
¿Quién podría llegar a considerarse más “madre” (siempre en sentido biológico) de las dos? ¿Habría más “hijos” de estas mujeres,  hipotéticos sujetos que pasarían a ser en cierto sentido “hermanos” de Alonso Zobral? Si este millonario habría logrado saber lo que supuestamente era imposible, ¿podrían los otros miles de hijos generados bajo los mismos medios o medios similares, indagar sobre su origen?… fueron las preguntas a quien nadie se negó responder.
Hasta se discutió sobre la posibilidad de convertirlo en “derecho” de los “hijos” (que según las estadísticas se habían convertido en casi millón en la línea de los veinte a treinta años); y aún antes de resuelto el debate, varias agencias de investigación realizaron una promoción ofreciendo su servicio en este campo específico. Se vio entonces la necesidad de legislar teniendo en cuenta a un sujeto que hasta el momento estaba invisible (o en formación, más específicamente): “el hijo”.
Ciertamente, en este campo sólo se agitaron las aguas sin resultados positivos ninguno, pues la verdadera expectativa se reconcentraba en los aspectos más emotivos del encuentro.
El único que permaneció  con labios obstinadamente cerrados sobre el particular fue  el propio Gaspar. Periodistas, paparazis, conductores de programas, entre otros comunicadores, intentaron de mil ingeniosos modos sacarle al menos una palabra al respecto. Nada, nada en absoluto, ni siquiera un timorato tweet. Nada.
Por fin llegó el momento tan anunciado y preparado. Fue un especial de tres horas: en la primera, se presentaba la donante, se recogían los innumerables mensajes que enviaban los particulares al programa, estableciéndose una fluida comunicación entre Nancy y el público. Luego se hizo lo propio con Abigaíl. Y como es de suponerse, la tercera parte estaría destinada al clímax del suceso: el encuentro en sí.
Esa tarde no sólo las amas de casa estaban prendidas al televisor como si nada más existiese, sino todo el mundo en realidad. Casi como un final en el mundial de futbol. Los bares, centros comerciales y demás espacios de esparcimientos duplicaban en sus pantallas los rostros congestionados por la emoción de ambas mujeres.
Gaspar llegó puntual al programa, y ayudado por sus guardaespaldas, evitó la pesada avalancha de noteros y paparazis que hacían llover hacia él los micrófonos con la esperanza de sacarle aunque más no sea una palabra. Y una palabra (una frase, para ser más específicos) lograron:
“__Permiso, por favor… permiso.”
Durante los minutos en que su inexpresivo  rostro transitó la salida del vehículo a la entrada del canal, se entretejieron miles de conjeturas sobre lo que resultaría del encuentro.
Cuando las cámaras del programa enfocaron su ingreso al mismo, en medio de una espectacular cortina musical, esbozó por fin una  ligera sonrisa, la que luego sería multiplicada al millón para la interpretación de los peritos.
Luego avanzó seguro hacia el lugar previsto. Se tomó su tiempo (un tiempo respetado por las cámaras que seguían hasta los ínfimos detalles de sus tacaños gestos) para mirar a sus madres en profundidad, y adueñándose en absoluto de la escena, vale decir, sin responder a las pautas sugeridas por  la conductora del programa, en total contravención a lo convenido, declaró:
“__Durante mis largas estadías peleando en las sombras de la semiconciencia he elaborado este momento tan soñado para mí. En vida de mi padre tuve oportunidad de sincerar mis sentimientos con él. Les tocó el turno… Lo que desde que tomé conciencia de lo que significaba ser hijo sin madre, fruto de la tecnología antes que de la naturaleza, he querido decirles que ustedes son unas verdaderas putas por negociar con la sexualidad. __Por el leve temblor de su labio inferior tal vez pensó en terminar la frase allí, sin embargo continuó __: Si han aceptado ser parte de la investigación y realizarse las pruebas pertinentes, si atendieron a mis solicitudes y colaboraron activamente con los investigadores no es porque de repente les brotara un tardío instinto materno que supongo no lo habrán tenido jamás, sino porque especularon con la posibilidad de algún beneficio que yo pudiera otorgarles… o por lo menos gozar de unos cuántos minutos (días en realidad) de fama. Bien, me he dado con el gusto de decir lo que siento. Odio mi vida gracias al puto padre que tuvo la mala idea de fabricarme, y de ustedes que aportaron de sí algo tan insignificante como una célula, o un vientre, cuyas huellas, lamentablemente, llevo grabadas en mi identidad. Ustedes aventaron al acaso los desperdicios de su femineidad, y de allí yo soy lo que soy. Con genes cuidadosamente seleccionados, inteligente, capaz, bello, sano,  fuerte… Todos podrían preguntarse de qué me quejo… pues precisamente de eso… que me hayan fabricado y condenado a vivir.
Sin dar lugar a reacción alguna, se levantó intempestivamente, para retirarse del lugar, retornando a su más habitual silencio con respecto  al hecho.
La conductora no en vano se dedicaba a ello.  A pesar de la sorpresa, de la rotación inesperada que Gaspar había impreso en el programa, lo continuó aprovechándose del desconcierto de las progenitoras, girando en torno al tema sobre si era lícito hacer la extensión del concepto “puta” a la situación tanto de Nancy como de Abigail. Y así cubrió no sólo una, sino tres horas; y el tema rondó  por los medios, con exclusividad, al menos durante quince días más.
Y el debate mediático lejos de culminar allí, continuó con una larga serie de foros abiertos. ¿Por qué Gaspar habría expresado no sólo dolor sino más propiamente resentimientos en el hecho que su nacimiento fuese más gracias a la tecnología que a la naturaleza? ¿Qué desventaja podría representar ello, cuando hay millones de niños que nacen naturalmente, sin ser deseados, y arrastran un destino peor? ¿Por qué se quejó de que lo programaran con las mejores dotes si eso es precisamente el sueño de cada mortal que respira en este común planeta circular? ¿Estaba la ciencia al alcance de prever todas las consecuencias de sus posibilidades?
Las diversas corrientes de pensamientos, que por entonces pululaban, se enfrentaban en cada veta colocada en el estrado por los comunicadores sociales. Las corrientes ambientalistas sacaron provecho del uso que Gaspar le diera el término “Naturaleza”, las voces religiosas y “eticistas” tampoco desaprovecharon la oportunidad. Pero el clan científico también tenía lo suyo para decir: muchas parejas e individuos, gracias a la tecnología, pudieron hacer realidad sus sueños de ser padres, ser padres de hijos sanos y bien dotados, cuando no abiertamente superdotados. Si estos hijos eran felices o no ya no se trataba de un asunto científico. Propiamente hablando, no habría razón para no serlo. Y por otro lado, esa gran y profunda queja contra la vida la manifestaban un sinnúmero de jóvenes, indistintamente del mecanismo por el que hubieren nacido; es más, por lógica se debería deducir que la mayoría lo hicieron “a la antigua usanza”, con padres biológicos que los fecundaron durante alguna relación sexual, fueron gestados por el vientre de la misma que los concibió, y nacieron. Luego será el papel de la crianza, la educación, los vínculos, la cultura… y todo lo que las ramas de las  ciencias sociales quisieran añadir.
Lo cierto es que, ajeno a todo el calor del debate por él mismo protagonizado, Gaspar retornó a sus angustiosos cuadros depresivos.
Y de no haber mediado esa singular llamada a su celular, no habría llegado a los cuarenta y dos, edad que cuenta al presente relato.


__Mi nombre es Alexia, no nos conocemos personalmente, pero deberíamos hacerlo…
Gaspar a duras penas podía pensar recortando la conciencia de la somnolencia que la medicación lo produjera. Quiso cortar la comunicación. ¡Todo el mundo quiere contactarse con él! Por los más diversos motivos… Mejor dicho, siempre es un único motivo expresado en mil pretextos: interés.
La mujer continuó hablando sin hacer caso  del profundo silencio del magnate. Este, por su lado, iba y venía en sus vahídos de sueños (pesadillas en realidad), apresando una palabra entre cientos, intentando con dificultad seguir el hilo del discurso. En eso comprendió algo que le llamó la atención:
“__Quiero que te quede absolutamente claro que no te voy a cobrar esta terapia, ni  en plata ni en favores. Puedo firmarte cualquier documento que quieras en donde renuncio voluntariamente a retribución alguna por mis servicios profesionales…”
Los sopores de la medicación le impidieron cuestionar, objetar, replicar, indagar en algo la oferta. Cuando menos lo pensó, esta decidida mujer se le apersonó en la clínica y estuvo a su lado, avanzando con sus propósitos, acompañada de un hombre pulcramente trajeado; se trataba de un escribano, quien le leyó la cesión de derechos a percibir beneficio alguno por parte de  Alexia Hünter, psicóloga matrícula Nº 216.158, por el tratamiento que ofreciera al señor Gaspar Alonso Zobral. La mujer y el escribano firmaron, y luego dejaron el documento en la mesa de luz del convaleciente, quien todavía no daba la menor señal de adhesión (ni siquiera de comprensión) de lo que sucedía alrededor de él.
Alexia retornó al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente… y al siguiente, sin lograr ni una confirmación ni una negación al tratamiento. Cerca de recibir el alta médico, Gaspar le dio su okey con una invisible sonrisa sarcástica en los labios. Invisible y todo, Alexia le replicó de modo igual.
Si es por psicólogos y psiquiatras, Gaspar los  tenía más inconmensurables que sus propias aventuras amorosas. Fue decidido a desarticularla en su primera sesión.
Alexia lo esperaba, y precisamente esperaba que la cita fuese así. Para comenzar, lo impropio de un psicólogo, fue la misma mujer quien le refirió su historia.
__Seguramente vos venís acá para que yo te escuche. Pero no, no va a ser así. Vos vas a tener que escucharme a mí.
Era la segunda sorpresa que se llevaba con respecto a esta mujer, siendo la primera  el ofrecimiento sin cargo de la terapia.
El millonario amagó desplegar los labios para decir algo, pero Alexia lo bloqueó con un murallón de palabras.
__Si no tienes ganas de vivir, no hay terapia que pueda otorgártela. Mi propósito es tan sólo compartirte mi propia agonía, muy similar a la tuya. Mi nombre verdadero es Isabel Scüller, cuyo caso fue casi tan público como el tuyo. Mis padres biológicos eran una pareja formalmente constituida, y en realidad no tenían ningún motivo para no hacerme nacer del modo natural. Sólo que ellos querían asegurarse tener un hijo con cualidades especiales, un hijo superdotado. A tal propósito seleccionaron cuidadosamente los genes tanto maternos como paternos, de un banco especializado, lo fecundaron y lo implantaron en mi madre, esperando que la niña en cuestión a los diez años descubriera el tratamiento contra el cáncer, a los doce solucionara los problemas ecológicos de contaminación del agua, y a los dieciséis diseñara vehículos con energía alternativas. Los primeros años fueron de oro, en ese sentido. A los nueve me gradué de la escuela secundaria y a los doce me di a la fuga. Desaparecí. Utilicé mis dotes para borrar mis registros, cambiar de identidad, sobrevivir sin padres, emigrar y estudiar lo que realmente deseaba. Vivo ocultándome, tratando de no hacerme notar. Aquí me ves, como una simple psicóloga con un pasado desconocido. Nada raro para la época.
__¿Por qué no cumpliste con tu destino?
__Por el mismo motivo que vos. Porque es un destino forjados por otros. La Naturaleza es gratuidad, fortuna o suerte: si te ha dotado de inteligencia o de habilidades artísticas, o de nada en particular, es una cuestión de buena o mala suerte, pero al menos ella no tienen ningún interés particular.
“El duelo contra la vida es una historia muy frecuente entre nosotros, y se expresa de mil modos: las estadísticas hablan de un promedio de un intento de suicidio por minuto, de los cuales, siete de cada diez son protagonizados por adolescentes entre veinte a cuarenta años… Y de hecho que de todos esos jóvenes, una minoría muy insignificante se trataría de “hijos tecnológicamente concebidos y/o gestados”. En otras palabras, el odio a la vida no sólo nosotros lo llevamos a cuesta: es un problema cultural, un subproducto  no deseado de nuestra forma de vida.
__Lo diferente es que nosotros tenemos rostros concretos a quienes reclamar el descontento. Uno que nace naturalmente, que es fruto de un azaroso entrecruzamiento de genes, si no le gusta lo que es, según su creencia se quejará a Dios, a la vida, al abstracto, al devenir, a la nada. Nosotros tenemos individuos concretos hacia quienes quejarnos.
__De hecho hay cientos de causas judiciales de estos hijos contra sus padres y médicos involucrados. La sociedad todavía no reacciona. No reacciona frente a esta realidad que está diciendo a gritos que la tecnología debe avanzar de la mano de las ciencias sociales. Hasta ahora sólo las voces de las corrientes éticas y religiosas oponen resistencia a este tipo de investigación y posibilidades de la tecnología. El tema es que dada la pluralidad en la que vivimos, esas voces resultan ineficaces, porque parece que la alternativa es avanzar de la mano de la ciencia, o retroceder de la mano de la ética y/o de la religión. El asunto es sin dudas avanzar, pero avanzar en pos del bien integral del hombre, abordándolo desde una perspectiva holística.
__Sos un bicho raro, un hijo verdaderamente revolucionario de la tecnología. Tus padres querían una eminencia que descubriera el remedio contra el cáncer y saliste una pensadora.
__Así es. Soy un bicho raro. Decida de mí lo que decida, siempre estoy condenada a ser un bicho raro. Yo elegí serlo en favor de la vida, de los otros, de la humanidad. Mis padres quisieron especular con mis capacidades, y contra ello yo me rebelé. Pero hago algo productivo con mi duelo, algo con sentido, algo  para aportar. Cuando supe lo que hiciste hace dos años frente a las cámaras de televisión, empecé a albergar la idea de contactarte. Pero sólo a raíz de tu último intento de suicidio finalmente me decidí.
__¿Cómo lograste ubicar mi celular?
__Del mismo modo en que vos ubicaste algo tan absolutamente reservado como es la identidad del óvulo y del vientre que te hicieron nacer. Soy superdotada.
__¿Y por qué el documento firmado donde renunciás a percibir retribución por el tratamiento?
__Porque tu resentimiento contra la vida es ese precisamente: asumís como natural que todo el mundo tiene algún interés egoísta al ubicarte. Así fuiste concebido, así te trató tu padre, así te cuidaron tus niñeras, el personal a cargo de tu educación, tus familiares, tus amigos… Tu mal se llama soledad. Y es un mal cultural, se trata de lo que yo he denominado “una enfermedad social”, vale decir, de un padecimiento causado directamente por la conducta de la sociedad.
__¿Y el hecho de que haya una persona que quiera ayudarme gratuitamente me salvará de la soledad?
__No seas sarcástico. La inteligencia ácida es repulsiva, y a tal punto, que por más inteligente que seas, demostrás tu lado idiota. Lo que pretendo es que me escuchés. Si te enoja el hecho de que otros hayan decidido sobre vos, que nadie haya respetado tu propio ser, tu derecho a existir desde el deseo y el amor, lo único que quiero decirte que podés elegir algo distinto para vos, algo tuyo, algo que te represente y que tenga un sentido en sí mismo. Vos no estás acostumbrado al lenguaje de los sentimientos; sin embargo es un sentimiento (el resentimiento) lo que invade por completo tus opciones, tus pensamientos, hasta tu propia inteligencia. Es por lo tanto un sentimiento también lo que te puede dar un motivo para vivir. El pensar humano es un pensar informado por el sentir, y por mucho que a los intelectuales les cueste reconocer, el sentimiento va primero, y mucho más si es inconciente.
Gaspar lo escuchó. Y lo pensó…


Es por eso que encontramos a Gaspar, ya establecido en sus cuarenta y dos años, convocando a diferentes técnicos e investigadores a presentar proyectos de bien social.
De ser un magnate que dilapidaba fortunas en excentricidades y juegos mano a mano con la muerte, pasó a ser un sereno millonario relativamente austero, interesado por cuestiones filantrópicas de envergadura.
Por fin, tocó el turno del proyecto que todos aguardaban con expectación, ya sea por simple curiosidad, por admiración o por desconfianza…
Cuando él la vio entrar, que con esta sería la cuarta vez que lo hacía, no dejó de percibir aquella lejana sensación efervescente. Apenas una ligera cadencia al suspirar y una sonrisa a mitad de camino en el saludo pudieron dar indicio de que la doctora lo movilizaba con vehemencia.
Recordemos que el proyecto en cuestión era el famoso “U.S.I.A.” (Unidades Sociales Independientes Autodefinidas), y lo sustentaba una fundación científica integral denominada “Nuevos Horizontes”, presidida por su propia fundadora, la psicóloga científica Alexia Hünter.
A más de su doctorado en psicología, Alexia se autodefinía como “Ingeniera Social”, dado que sus investigaciones ligadas preferentemente al ámbito de la sociología, eran acompañadas por una propuesta de diseño y construcción del tejido social lindante al área de la ingeniería. Si bien la carrera todavía no existía académicamente en universidad alguna, para Alexia era cuestión de tiempo… y de no mucho tiempo. Bastaba con que algún centro educativo de vanguardia advirtiera la necesidad de la sociedad a ser diseñada inteligentemente, de acuerdo a valores socialmente relevantes. Para Alexia el problema del suicidio no era precisamente “el problema”, sino una de las manifestaciones (quizás la más llamativa y dolorosa) de un complejo de disfunciones que derivan en lo que lo que ella misma denominaba como “enfermedad social”.
__Así como la explotación indiscriminada que la era de la industrialización provocó en el ecosistema derivaron en daños ecológicos a gran escala; así, los cambios de comportamientos vertiginosos que ocasionan los numerosos artículos de consumo, las intervenciones científicas en el origen, en la preservación, en la finalización de la vida, y el modo virtual de comunicación y de relacionarse con la realidad, están provocando daños evidenciados en la conducta de los individuos. Y del mismo modo en que los problemas ecológicos movilizaron campañas de concientización para un uso racional de los recursos, por un lado, y por el otro el tratamiento de los desechos contaminantes para minimizar sus impactos; del mismo modos la toma de conciencia de estos subproductos negativos de los avances tecnológicos, deberían fomentar el advenimientos de nuevas corrientes de pensamientos a la altura de la situación, y el desafío de intervenir socialmente a fin de humanizar la cultura emergente.
“La idea de formar estas Unidades Sociales Independientes Autodefinidas consta de dos partes: parte A “construcción de un edificio autosustentable ecológico” y parte B “la formación de la sociedad autodefinida”.
Vamos primero a lo edilicio. ¿Por qué ubicamos en un edificio… un mega edificio… o una serie de edificios interconectados (son posibles variables) a la sociedad que pretendemos diseñar? Por tres razones fundamentales: una, para resolver el problema de la superpoblación del planeta, segundo, para organizar una ciudad totalmente ecológica, y finalmente, para posibilitar un nivel de vida confortable y seguro, con un autoabastecimiento primario efectivo que, evitando la cantidad de intermediarios y cargas sociales que encarece cada paso de la producción, la subsistencia se abarate para ser accesible a todos. Estamos hablando de una megaedificación que aproveche al máximo los recursos naturales para generar energía (que es el alma de la construcción), la producción de cultivo en terrazas y la cría de animales en predios rurales establecidos circunnavegando al megaedificio.
__¿Qué sentido tiene a estas alturas de la globalización pensar en una comunidad autosustentable, al modo de la sociedades tribales?
__Volver a simplificar lo que la globalización ha complicado: las relaciones económicas y laborales de los individuos.  La parte B es sin duda lo más importante: posibilitar a que diferentes individuos acuerden agruparse en una sociedad primaria de acuerdo a sus valores compartidos, y a partir de allí organicen su sociedad… Estamos en un mundo que pone al alcance de las personas miles de cosmovisiones diferentes. La idea es que en la medida en que un determinado grupo de individuos se sientan lo suficientemente ligados en torno a un modo de pensar, se organicen socialmente de forma independiente y autónoma, con la suficiente capacidad de no sólo sobrevivir sino de perdurar y progresar en el tiempo. Lo que pretende la USIA es retornar a los vínculos sociales primarios, reforzando unidades culturales que sean capaces de forjar pertenencia, al trabajo personalizado con un ritmo ajustado a valores compartidos. Igual en la forma de vida de sus familias, la ocupación del tiempo libre y la recreación, junto a los bienes culturales de consumo…
Lo demás de la presentación consistió en la descripción técnica de la mega construcción. La gigantesca pantalla se vio entonces desbordada por un desfile de números, fórmulas matemáticas, signos de toda especie, hasta explotar en cifras siderales e imágenes futuristas de alto impacto.
La comisión realizó infinidades de preguntas, comentarios y sugerencias. Al cabo de la exposición se tomaron dos intensos días para continuar debatiendo hasta que finalmente acordaron el veredicto, el cual  se dio a conocer públicamente. Cuando las cosas estuvieron lo suficientemente encaminadas, Gaspar invirtió una suma considerable en el proyecto.
Otros magnates siguieron su ejemplo.



El sol danzaba hecho brillantina sobre el espejo imposible de azul del lago, marcando un sendero impreciso y fluctuante. El viento arreciaba fresco, por lo que ninguno de los numerosos paseantes se alentaba a bañarse en sus orillas.
Gaspar y Alexia lo contemplaban todo, absortos en un mar de pensamientos. A los lejos podía divisarse pastar al ganado de ovejas. Sabían que las vacas y las cabras estaban cerca, pero desde la perspectiva que alcanzaban sentados en los sillones de la plaza que rodeara al lago, no podían apreciarlo. Era un espectáculo imponente, con fuerte sabor pastoril.
A sus espaldas se elevaba con soberbia la primera USIA lograda. Y toda la explanada que la rodeara se destinaba no sólo para la producción agrícola y ganadera, sino fundamentalmente como espacio de recreación al contacto directo con la naturaleza, donde semanalmente se reunían espontáneamente las distintas familias e individuos que la conformaran.
Habían conseguido ser considerados como Estado Independiente por la ONU. A pesar que sus miembros procedían de diversos países, acordaron como lengua oficial al castellano, si bien en cada familia volvía a brillar los calores de las lenguas maternas. Con el correr de los años el lenguaje común fue un castellano sumamente local.
Los valores acordados hacían referencia a la solidaridad como modo de entretejer los vínculos sociales, la preservación del núcleo familiar y el tiempo equilibrado entre la labor, el descanso, la comunidad, el arte y la recreación.
Establecieron al lunes como día no laborable. Así, en esa tarde de un lunes otoñal la singular pareja disfrutaban el sabroso arte del ocio… bueno, un ocio ciertamente relativo, de ese que producen los padres que, mientras hacen nada, no apartan la mirada atentas a los hijos que, seguramente, estarían “haciendo mucho”. Los tres descendientes del magnate y de Alexia se divertían a pocos metros de ellos, revolcándose como cachorros en la arena.
Había cientos de bicicletas desperdigadas por el predio, pues era el medio habitual de transporte de los habitantes de la USIA. No había autos: no se los precisaba. El transporte de los productos agrícolas ganaderos  se los realizaba en especies de trenes que se introducían al interior de la torre. Por dentro el movimiento se realizaba fundamentalmente gracias a ascensores, y para desplazamientos horizontales importantes, unas cintas transportadoras giraban de continuo en anillo rodeando cada piso. Por lo demás, se caminaba.
Las primeras plantas estaban destinadas fundamentalmente a las numerosas fábricas alimenticias y productos de primera necesidad. Luego seguían los espacios invertidos en  el importantísimo servicio de mantenimiento del edificio, el control de la energía, las redes de comunicación –tanto internas como externas- y suministros informáticos.
En los demás pisos el espacio se repartía entre viviendas particulares, sedes de compras, escuelas, centros médicos y sanitarios, oficinas de trabajo, y demás oficios, al modo de barrios.
El agua se extraía del lago. Era tratada en una planta potabilizadora ubicada en el predio anexo al edificio, y por un sistema de bombas era cuidadosamente transportada al interior del mismo. El método de abastecimiento hídrico semejaba en mucho al circulatorio del cuerpo humano. Luego de su uso racionalizado, las mismas venas que la portaban hacia el exterior contenían elementos químicos para su debida purificación.
Varios proyectos de USIAS estaban en marcha. La fundación de Alexia los analizaba detenidamente para comprobar las posibilidades organizativas y convivenciales de los grupos sociales que solicitaban agruparse. Faltaba todavía mucho para que la USIA se tornara una tendencia. Todavía resultaba algo… llamativo, casi como un espectáculo en vivo.
El ocaso pujaba por nacer, y el viento se hacía cada vez más frío ráfaga sobre ráfaga. Llamaron sus hijos, y cada uno montado en su bicicleta, comenzó el retorno. El reparador lunes estaba en agonía.
Los rayos tímidos del Astro Rey huían hacia la punta de la torre no sin ser cuidadosamente bebidos por los sofisticados paneles solares que también ellos, luego de una intensa jornada de labor, se aprontaban al reposo nocturno.
La USIA es un sueño milenario de vanguardia… el paraíso terrenal, la Tierra Prometida, Utopía, la Sociedad sin Clases… el anhelo histórico de la humanidad doliente: un futuro de armonía, de paz, de bonanza…
Un sueño del que no nos gustaría despertar