jueves, 4 de junio de 2015

Nuevos dioses son posibles



Por fin en su cuarto se sintió un poco más segura. Inevitablemente rompió a llorar desmoronándose sobre el lecho, con un llanto tan amargo como inútil, pues nada aportaba luz sobre cómo hacer frente a lo que se le vendría.
Deseó ser abrazada, contenida, mimada, comprendida.
Pero estaba sola. Sola, ínfima e insignificante. Como un gusano. Como una lombriz. Y lo peor no era justamente la solitariedad que recubría su existencia, sino el vacío, ese vacío de intuir la total ausencia de un “yo” definido dentro del cuerpo sufriente condenado a vivir.
Unos cuántos golpes livianos repercutieron en sus fibras sacudiéndola con vehemencia. Tuvieron que repetirse hasta lograr que Anabel comprendiera su naturaleza: alguien tocaba por la ventana.
Casi por instinto abrió.
A través del cristal húmedo de sus lágrimas, logró distinguir al jardinero, cuyo rostro rozagante contrastaba diametralmente con el suyo.
Envuelto en un simpático enterito azul, teñido de tierra, con la pala de jardín en una mano, el hombre pareció darse cuenta que la monja no atravesaba, precisamente, su mejor momento. Tardó algunos segundos de estupor antes de comenzar a hablar.
¾Hermanita ¾su timbre sonó compasivo¾. Menos mal que no duerme. Le quería avisar que probablemente entre un poco de agua por su ventana. Es que estoy arreglando sus pensamientos.
¾¿Mis pensamientos?
¾Sí. Sus pensamientos. La verdad es que me están dando mucho trabajo... Están casi muertos y no parecen ser de buena semilla. ¿Dónde las compró?
¾¿A qué?
¾A la semilla de sus pensamientos.
El diálogo sangraba su coherencia interna como si se tratase de dos hablando idiomas diferentes. Anabel tenía por entonces la mente en un blanco mortal, y el jardinero se sentía impresionado por los henchidos ojos de la religiosa. No obstante, siguió insistiendo.
¾Mire sus pensamientos: están moribundos. Desde hace mucho tiempo estoy tratando de darles vida, pero en realidad no sé si vale la pena: son oscuros y mustios.
Y le señaló un blanco macetero rectangular que descansaba debajo de su ventana. La tierra estaba removida, pero de esta brotaban a duras penas unas raquíticas matas de hojas pálidas, cuya flor no era otra cosa más que un conjunto de cinco pétalos oscuros.
¾Yo no he comprado ninguna semilla, y ni siquiera sabía de este macetero.
¾Es que usted nunca viene al jardín. Hace mal, es un lugar muy bonito.
¾Mire ¾y no hizo ningún esfuerzo de ser amable¾, por mí, si se mueren estas plantas, no me importa. Tengo problemas más graves que la vida de estos pensamientos.
¾¡Es que en los pensamientos está todo! Tu vida está como están tus pensamientos¾escuchó cuando estaba por cerrar la ventana.
La voz del hombre había adquirido una densidad diferente. Y el inesperado uso del “tu” efectuó en sus oídos como una bala. Se estremeció al sentirse, confusamente, interpelada por alguien que conocía al dedillo su situación.
Supuso que el profundo estado de stress le estaba jugando una mala pasada al alterarle tan dramáticamente la percepción de la realidad. Volvió a tenderse en la cama sumergiéndose nuevamente en lo más profundo de su llanto inútil y amargo.
En un momento dado comprobó que hasta el mismo acceso de lágrimas había cesado para dar lugar a un peligroso estado de... ¡nada! Permaneció recostada, boca abajo, con el rostro hundido en la almohada.
(…..)
µ µ µ

Volvió abrir la ventana de par en par. El jardinero estaba allí, asomado a su ventana, mientras regaba el macetero de sus pensamientos.
¾¿Cómo es eso de los pensamientos?¾preguntó Anabel.
¾Los pensamientos son los que permiten gozar o sufrir, amar u odiar, reír o llorar, vivir o morir... Los pensamientos determinan nuestra existencia ¾sentenció el presunto jardinero.
¾¿De qué me habla? Los pensamientos no son más que ideas, las ideas que uno se hace de la realidad.
¾Y ahí está la clave de la vida: en la idea que uno se hace de la realidad. ¡A diario escuchas tantos problemas de las gentes!... ¿y no te diste cuenta de esto?
¾No. La gente que sufre tiene sus motivos. La vida no es fácil para nadie.
¾¿Por qué sufre Roxana, tu alumna?
¾No tengo idea. Es una chica caprichosa.
¾¿Por qué sufre Alejandra, su madre?
¾No sufre. Es una piedra. Tiene merecido lo que le pasa.
¾¿Por qué sufre Marta, la portera?
¾Porque es una resentida. No le gusta trabajar. No sabe administrar su sueldo
¾¿Por qué sufre Faviana, la prostituta que atendiste ayer?
¾Porque su hija no va a poder seguir estudiando acá mientras ella no cambie de ocupación.
¾¿Por qué sufre Mariana, la profesora de lengua?
¾No sé. Es una solterona amargada y arpía.
¾¿Por qué sufre Constanza, la amante de Alfredo?
¾¡Esa no sufre! La pasa bien. Se acuesta con un tonto con plata y lo tiene todo.
¾¿Por qué sufre Visitación?
¾¡Qué mierda va a sufrir esa! ¾la rabia le salió tan espontánea como el parpadeo¾. Esa se encarga de hacer sufrir.
¾La verdad está al alcance de tu mano, todos los días y en cada minuto... ¿y no te das cuenta? ¿Y tú? ¿Por qué sufres?
¾¡No sé! ¡Realmente no lo sé! Yo elegí esto para mí, estoy metida en medio de este sistema, y aunque parezca muy fácil salir de aquí, no sé por qué no puedo. Estoy enredada. No sé lo que falla. ¡Si por lo menos estuviera decididamente enamorada! Tendría una razón clara para elegir otra cosa. ¡Pero ni eso! Es como si Dios mismo me hubiera fallado. Yo quise encontrar en mis ideales la felicidad... y lo único que encuentro es vacío y dolor.
¾El mismo vacío y dolor de Faviana.
¾No. Ella es una prostituta. Yo soy una monja.
¾¿Y cuál es la diferencia?
¾¡Pero es más que obvio! Mientras que ella entrega su cuerpo al pecado, yo se lo entrego a Dios.
¾¿Y de qué te sirve entregarlo a Dios si tampoco tú eres feliz?
¾Bueno... pero... es que Visitación me hace la vida imposible.
¾Entonces tu vacío y dolor es el mismo que el de Visitación.
¾¡No! ¡Nada que ver! Ella es una vieja arpía. Yo...
¾Eres mejor que ella... Más buena... Te tendría que ir mejor, entonces.
¾¿A dónde quiere llegar?
¾Que tu vida “religiosa” no tiene buenas semillas, no tiene buenos pensamientos que te permitan vivir con plenitud. De Dios no sabes absolutamente nada. Entonces, no puedes lograr entender el significado profundo de tus votos.
¾¿Cómo que no? Castidad, pobreza, obediencia... es claro. Sin marido, sin plata, sin libertad.
¾¿Y realmente pretendes ser feliz así? No conoces a Dios, no sabes nada de él. Realmente no sabes si tus votos tienen significado o no.  Dios nunca pediría nada que trunque la naturaleza humana; al contrario, Dios ama el ser de cada uno, Dios quiere la plenitud de tu ser.
¾Esa plenitud ¿no llega con la vida eterna? ¿No es el premio que Dios da a los santos?
¾Si no aprendes a ser feliz en este mundo, no vas a saber disfrutar la eternidad. El vacío es siempre ausencia de Dios.
¾¿Este sufrimiento no es una prueba de Dios?
¾Dios no prueba. No necesita probar nada. Si alguien toma en serio y respeta a ultranza la palabra humana es el propio Dios. Lo que sucede es que la vida del hombre es una búsqueda, y búsqueda dinámica, en permanente cambio, y muchas veces ese hombre toma atajos oscuros, que aún cuando quiera encontrar a Dios, en el fondo se aleja. Y eso no está mal, porque de esas oscuridades aprende. Oscuridad e infelicidad son sinónimas. Vacío y lejanía de Dios también. Cuando hay vacío, es señal de que se ha errado el camino. Hay que cambiar.
¾Entonces ¿yo tengo que dejar de ser monja?
¾Tal vez. Pero en realidad lo importante es cambiar... los pensamientos.
¾¡Otra vez con lo mismo! ¿Y qué pensamiento tengo que cambiar?
¾Empecemos por la base: de Dios no sabes nada.
¾Se supone que mi vida está dedicada a Él. Es muy duro lo que dice.
¾Y muy cierto. Esa imagen de Dios que tienes en tus pensamientos no corresponde al Dios verdadero. En cierto sentido es natural que así sea. Dios es infinito, por lo tanto es infinito el proceso para conocerlo. Lo peligroso es encerrarlo en un concepto y pensar que ya todo está claro.
¾O sea que tengo que admitir que soy ignorante de lo que creo saber.
¾Exactamente. Y no sólo reconocerte ignorante de lo que crees saber, sino incluso aprendiz de aquellas personas respecto de las cuales te sientes “mejor” que ellas.
¾¿Cómo? ¿A qué se refiere?
¾Por ejemplo: para saber si tiene sentido o no tu voto de castidad deberías ponerte de alumna de... Faviana. También mucho te podría enseñar... Mariana. Y, para doctorarte, el último toque podría dártelo... la amante de Alfredo.
¾¿Qué?
¾Con respecto al tema de la pobreza... ¿Alejandra? Sí, Alejandra y Marta, la portera resentida. ¿Qué nos falta?
¾No lo entiendo... ¿Qué tienen que ver estas mujeres con los valores evangélicos que profeso?
¾¿Qué nos queda?
¾Lo más difícil. ¡La obediencia!
¾¿Lo más difícil? ¿Es realmente lo más difícil?
¾Es lo que menos aguanto: el poder de Visitación, o sea de una superiora que me mande.
¾Sí, claro... Y sin embargo aquí está la clave... Y para esto bien te puede venir la experiencia de Dios tanto de... ¡Roxana!... y de...Visitación...
¾¡Esto es una locura! ¿Qué tienen esas personas para enseñarme?
¾Sus heridas.
¾¿Y cómo haría para que me enseñen “sus heridas”?
¾Desde tu posición de espectador de la vida de los demás, es literalmente imposible. Pero he conseguido de parte de Dios un permiso especial para ti.
¾¿Un permiso especial? ¿De qué se trata?
¾Es especial. Único. Dios te va a conceder el don de tener la experiencia psicológica de vivir un trazo de la biografía de estas mujeres desde dentro de ellas mismas. Es decir, en un momento dado te despertarás como una de ellas y vivirás en tu carne lo que ellas viven. Sentirás como tuyos sus dolores, sus miedos, sus expectativas, sus luchas por la supervivencia. Amarás lo que ellas aman, y odiarás lo que ellas odian. Tendrás sus pensamientos en tu mente y sus deseos en tu corazón. ¿Qué me dices?
¾Es que... no sé. Es difícil de entender. ¿Yo voy a vivir la vida de esas mujeres?
¾Así es. Un trazo de esa vida... tratando en todo caso de darte cuenta cuál es la instancia salvadora en la que Dios se hace presente.
¾Pero... ¿En qué sentido voy a estar dentro de ellas?
¾Más bien ellas van a estar dentro de ti. Como te dije, se trata de una experiencia psicológica. Cada una de ellas continúa por sí misma su vida. Pero de sus historias, tú puedes aprender todo lo que estás necesitando para resolver el problema de tu vida.
Quizás abstraída por la inusual conversación, de pronto notó con susto que la percepción de la realidad no era la de siempre. Se sintió lejos y cerca de la vez, en el tiempo y fuera de él, hablando con este hombre y durmiendo a igual tiempo.
Una sensación de hielo rodeó su cabeza y quedó francamente turbada. Sintió vértigo cuando comprobó que había perdido momentáneamente la visión, y al recobrarla, se sintió perdida... es que continuaba sentada en la cama. Llorosa y sola. La ventana estaba cerrada. No había rastro de jardinero.
Lo que sucedía era raro. Muy raro. Continuaba arropada en su abrigo.

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