miércoles, 1 de julio de 2015

Génesis de la Isla Blanca


El parlamento bullía en un ambiente endiabladamente denso y sombrío. La situación socio-política de la isla no daba para menos: el estallido social parecía inminente, y aunque pululaban los diagnósticos, nadie sabía con exactitud las verdaderas causas de tamaño malestar colectivo.
Martín, político avezado en el arte de la diplomacia, cabeza del partido dominante en el senado, verdadero estadista, adalid en el arte de arbitrar los conflictos humanos, inteligencia lúcida en descifrar las claves escondidas de la realidad, intuición casi mística en detectar el aroma de ese “algo” que exuda el inconsciente humano, se mostraba particularmente preocupado. Las perlas de sudor brotaban de su amplia frente cargando, en su salado líquido, el peso de miles y miles de reflexiones producidas por su genio sin igual.
Si él, naturalmente sereno, seguro de sí, vanidosamente confiado en su extraordinaria dote intelectual, estaba preocupado y perplejo, era de temer una debacle inminente.
__¿Pero acaso todo este caos es producido por el problema económico? ?preguntaba por enésima vez el senador Silva
__Sí ?respondía lacónicamente uno de los tantos especialistas convocados en esa singular sesión.
Y así se inició la ronda de tenebrosos comentarios...
__¿Y cuál es el motivo de la crisis económica? No hemos sido afectados ni por sequías ni por inundaciones, ni por calores agobiantes ni por heladas destructivas. ¿Qué nos está pasando? ¿Cuál es el verdadero motivo de la crisis económica?
__La crisis social ?intervino otro.
?__No! No es ese el motivo, está usted viendo las cosas al revés. La crisis social es consecuencia de la económica y nunca su causa. Cuando la economía  hace crisis se desarticula la sociedad. El verdadero problema es la falta de capitales.
__Si no hay capitales es porque nadie quiere invertir en la Nación. Nadie confía en medio de esta inestabilidad social.
__Si nadie quiere poner aquí su dinero es porque no hay respaldo económico.
__Pero el motivo no es sólo económico... se han olvidado nuestro viejo problema de integración de los grupos particulares que conviven en esta bendita isla.
__¡Eso es ya superado! Las leyes dicen que todos somos iguales.
__La ley positiva, porque la consuetudinaria no ha modificado sus morbosos patrones. El problema que nos embarga esconde un fantasmagórico sesgo psicológico. Es una sugestión colectiva.
__¡Una sugestión colectiva! ¡Pero qué estupidez! ¿Por qué diablos no nos ponemos a hablar en serio?
__¡Estoy hablando en serio! Ustedes no saben nada, sólo tienen un santo número en lugar de neuronas.
__Aquí parece que nadie sabe distinguir entre causas y consecuencias.
__¡Todos hacen de la nada un problema gigantes, inmenso, ciclópeo!
__¡Al revés! Son tan miopes que ven por la mitad lo que es doble.
Y de los análisis en vivo, pasaron a los insultos acalorados. Pronto todas las voces se confundieron en una sola masa amorfa de sonidos guturales que poco tenía de parecido con el lenguaje propio del único animal racional plantado sobre la faz de la tierra. Miles de voces retumbaban por el recinto. Miles de interpretaciones, cada especialista recitando la suya, defendiéndola con creces. En la cabeza de Martín toda la información era rápidamente procesada y analizada como en un laboratorio inteligente. Sin embargo, la luz todavía no se asomaba. La historia revelaba demasiadas aristas, el fenómeno se ampliaba en una gama de colores inseparables e indescifrables. Su olfato intuitivo le acusaba la presencia de un hedor psicológico nuevo; la conducta de la masa exhalaba un desconcierto por algo, un temor excesivamente subterráneo, amorfo, sutil, velado, mimetizado. No era sólo la crisis económica, ni la social, ni el racismo, ni la política... era un magma viscoso, con salado sabor a incertidumbre, inseguridad, angustia (magma oscuro y penetrante) cuya presencia era de peso ligero, pero decisiva en incidencia. Un cúmulo de negras sensaciones que envenenaban el alma sumergiendo al hombre en un pánico inde?criptible.
__Comprobemos lo dicho con las estadísticas... ?el economista continuaba a la carga munido de un cuantioso desfile de números, líneas, cuadros y demás.
__Esas estadísticas son forzadas __replicaba el especialista contrario.
Los acerados ojos negros de Martín, enmarcados con sendas líneas de espesas cejas, intentaban penetrar una zona más profunda de la realidad que se presentaba a su alrededor. Era una penetración metafísica, medular, indagando en la célula vital, normalmente oculta, en la que puede resumirse todas las cosas.
El presidente del parlamento estaba en serios aprietos a causa del acaloramiento de la discusión. Todos hablaban, todos opinaban, todos argumentaban, todos tenían sus razones, sus puntos de vista, sus verdades que defendían con pasión desmesurada, pasión que, a juicio del líder político, enturbiaban la situación antes, mucho antes, que aclarar.
“Es olor a adrenalina”, continuó con su discurso interno semejante lumbrera humana. “Es miedo, ¿pero a qué? ... ¿De que? Es una autodefensa... ¿Pero de qué enemigo? ¿Qué ataque? ”Su mirada se trocó más filosa. En derredor circulaban las palabras, demasiadas palabras, inútiles palabras; muchos estudios, demasiados estudios, inútiles estudios; muchas interpretaciones, demasiadas interpretaciones, inútiles interpretaciones. El recinto bien podría jugar al ping-pong con tantos vocablos sueltos, girando estúpidamente por todo el ambiente, sin ton ni son. Demasiada complejidad en algo que es simple, que resulta ser muy, pero muy, simple.
Es miedo. ¡Miedo! La gente de la isla tiene miedo. Pánico más bien. ¿Y a qué? A lo que cualquier animal racional tiene miedo: a la vida.
La estructura social se presenta muy, pero muy, compleja, muy, pero muy, enredada; un entramado de cosas contradictorias, con puntos de vista subjetivos, todos intentando dar en el clavo, mas ninguno en serio camino de lograrlo.
Demasiadas propuestas, demasiadas palabras, demasiadas interpretaciones del todo desde infinidad de partes, demasiadas variables a tener en cuenta, demasiados colores.
Lo que los isleños necesitaban era un profundo cambio en el modo de ver y enfrentar las cosas, una seguridad no tanto dada por políticas parciales, sino por el modo de vivir que deberá ser planteado.
Orden. Seguridad. Respuestas simples y claras. Verdades pequeñas, indudables. Interpretaciones que no puedan abrirse en abanico ante cuestiones o dudas. Lo que es, así, en claro, al desnudo, sin distracciones, sin color que desvíen la atención a otros rumbos. De ese modo todo el mundo estaría seguro. Sabría qué hacer y qué pensar sin esfuerzo. Se erradicaría también toda inclinación de violencia, pues el cambio está reclamado directamente de la oscilante conciencia humana.
__¡Dejen de discutir en vano! __por fin sus labios articularon palabras imperativas.
Como era toda una autoridad, podía darse el lujo de decir las cosas del modo en que se le vinieran soberanamente en ganas. A pesar del mensaje descalificador que dirigiera a la asamblea, ésta suspiró enteramente aliviada de que por fin “el salvador” haya hecho acto de presencia. Las voces (hasta entonces confusas y fermentadas), abrieron camino al silencio con un respeto digno de una majestad divina, y la voz de Martín se derramó por el ambiente como si no hubiese ninguno otro capaz de producir sonido alguno. Sus palabras, más que escuchadas, más que reverenciadas, más que adoradas, eran literalmente “devoradas” por esa decena de oídos magistrales.
__A la gente le pasa lo mismo que a nosotros: hacemos las cosas muy complejas cuando en realidad son simples. Debemos cambiar todo, cambiar profundamente, cambiar radicalmente para responder a la inconsciente demanda del hombre que necesita ver las cosas simples, a su alcance, de tal modo que pueda manipularla. La vida humana resulta más grande que el hombre mismo, tanto que es necesario hacérsela simple, digerirla de algún modo para que todos puedan ver la verdad de una forma indudable y certera. Todos aspiramos saber a ciencia cierta, sin dificultad y sin riesgo al error, de qué se trata este maldito tema del vivir. Y lo peor es que nuestra enviciada mente lo complica todo, a cualquier cosa la abre en un abanico de posibilidades, y hasta lo más pequeño lo somete a innumerables interpretaciones, y esa variedad de interpretaciones desfigura las cosas en lugar de definirlas con seguridad. A todo lo que existe lo pintamos con una gama infinita de colores: hay que reducir esa totalidad a lo más simple, hay que presentar las realidades depuradas de ese ropaje subjetivo que ocultan, antes que revelan la verdad de cada cosa.
__¿A qué te refieres, Martín? __pregunté, como primera intervención.
__Disolvamos las discusiones, las interpretaciones subjetivas, disolvamos el color y la oscuridad, no dejemos nada que pueda prestarse al equívoco, no le demos lugar a las sombras donde las cosas de la realidad pueden confundirse con la fantasía; la intuición y la fantasía son desviaciones de la razón humana, son fuerzas primitivas que la humanidad avanzada (tal cual somos nosotros) debe desechar para siempre. ¡No dejemos entrar a la noche!
__¿La noche? __continué, al parecer el único no cegado por tamaña celeridad?, la noche es algo natural, ¿por qué motivos la rechazaríamos? Y si lo tuviéramos que hacer ¿Cómo lo lograríamos?
__¿Algo natural? ¿Y con eso? ¿No se equivoca la naturaleza acaso? La naturaleza es una piedra en bruto, es un material amorfo, es lo que ofrece al hombre el cansancio, la pena, el dolor, el absurdo y finalmente la muerte. Las fuerzas brutas de la naturaleza lo despojan de su soberanía intelectual. Hombre y naturaleza han nacido enemistados, han establecido una legendaria guerra sin igual en la que el hombre, dada su precariedad ha salido perdiendo. Pero la humanidad ha madurado, ha conocido la naturaleza, sus leyes, y ahora estamos en condiciones de cambiarla, de mutarla en un mundo construido por nosotros que ya no nos sea hostil, un mundo completamente regido por la razón. ¡Entonces seremos dioses, verdaderos dioses, porque manejaremos todo lo que nos rodea a nuestro arbitrio! La vida ya no será un misterio, ni habrá necesidad de respetar el lento e invariable ritmo de “lo natural” ¡Nos pondremos por encima de ella y podremos vivir exactamente regidos por nuestra razón más noble! Podemos vencer a la noche. Debemos vencer a la noche.
__Sí, es verdad. La noche es mala __no faltó el estúpido adulador que dio inicio a la rueda del convencimiento masivo.
__¡No se puede ver nada!
__¡Mis hijos lloran en la noche!
__¡Aparecen los fantasmas!
__Me molesta tanto dormir de noche.
__Definitivamente: la tenemos que erradicar.
__Si podemos hacerlo ¿por qué no lo hacemos?
__Y sí que podemos __declaró el ministro de recursos__. Cubrimos la isla con el techo luminoso, es cuestión de diseñar las columnas, y la alimentación energética que perpetuamente consuma ese techo.
__¿Ven? __recogió Martín satisfecho las voces a favor de su idea genial__. Pero no nos conformemos con ello, la noche no es nuestro único enemigo... el color también lo es. Debemos rechazar el color.
__¡Rechazar el color! __a pesar del propósito de no hablar más no pude con mi genio.
__¡Alberto! Veo que estás muy enviciado con la noche y el color... vaya a saber lo que tú haces por la noche que te resistes a rechazarla como a tu verdadera enemiga. Quien rechaza la noche tiene algo que ocultar.
__¡La noche es de los impuros! __terció otra mente torcida en las garras de la estulticia.
__¡La noche es del pecado!
__¡La noche sirve sólo a los de dobles intenciones!
__¡Quien acepta la noche es un inmundo miserable!
__... Es verdad, sólo se hacen cosas malas a la noche.
__¿Y el color? __intervine nuevamente viendo cabalgar raudamente un total fracaso hacia mí__. ¿Qué pasa con el color?
__¿El color? __y en los carnoso labios (rojos hasta el momento) de Martín se dibujó un desdén que me terminaría llevando a la horca social__. ¿Qué es el color? Pura subjetividad de libertinos.
__Pues todos somos “subjetividad libertina”, entonces. Nuestros pobres y estúpidos ojos perciben el sol como “amarillo”, el cielo y el agua como “azules”, la sangre y los labios como “rojos”... ¿Cómo haremos para ya no ver así?
__Únicamente le interesa el color al libertino, al desvariado, al distraído, al tonto. Es verdad que hasta ahora nuestros ojos perciben las cosas así, pero simplemente perciben así porque así nos lo presenta la naturaleza. No obstante a la naturaleza la podemos doblegar, y podemos construir un mundo totalmente cognoscible hasta para el más estúpido, por eso, nosotros que somos inteligentes y superiores de algún modo (aunque no sé si todos) debemos tomar partido con toda responsabilidad en la lucha de la supervivencia del hombre contra la naturaleza, y hacer la vida sencilla para que cualquiera pueda ver sin error las cosas como son.
__¿Y cómo son…?
__¡Como nos conviene que sean! Nos conviene que todas sean blancas, nos conviene que todo sea blanco, totalmente depurado del color que únicamente sirve para envilecer las mentes pequeñas, ya de algún modo predispuestas para ello.
__Sí, Martín. Mi mente es pequeña y muy predispuesta al envilecimiento del color, porque creo que me voy a aburrir de verlo todo invariablemente blanco.
__¡Diversión! ¿No dije ya que eres un libertino? ¡Este mismo ejemplo confirma lo que digo! El color únicamente sirve para embriagar en la nada la mente de los débiles.
__Hay que blanquearle las cosas a los débiles para que no se tienten a la disipación __reabrió otro funcionario una nueva secuencia de frases aprobatorias a la moción de Martín, que constituían un verdadero cúmulo de neuronas de escaso peso intelectual.
__¡Claro! Nada de lo que está sucediendo sucedería si no existiera ni la noche que oculta las malas intenciones ni el color que nos distrae de los deberes de la vida.
__De ver todos lo mismo juzgarían lo mismo y procederían del mismo modo.
__¡Sería perfecto! No habría más discusiones.
__Ni cosas dudosas.
__¡El reino de la razón y el deber! Cada uno haciendo lo que tiene que hacer ¡Y ya!
__¡La sociedad perfecta! ¡La tan ansiada sociedad perfecta! ¡La que se cree imposible de hacer realidad!
__¡Nosotros la haremos realidad! Y todos los pueblos verán nuestra superioridad al lograr algo que ninguna sociedad logró nunca. La armonía perfecta.
__¡El orden! Sobre todo el orden.
__La disciplina, la seguridad, la ausencia de conflictos.
__Todo el mundo pensando lo mismo, viendo lo mismo, actuando lo mismo, siendo lo mismo.
__Justamente. “Blanquear” la realidad es la solución a todos nuestros males.
__¡El que guste del color es un desestabilizador! No quiere el orden, no quiere la verdad, no quiere la paz. Quiere la disipación, la dispersión... es un impuro libertino.
__¡Ésta es la Era de la Pureza! La era de la redención de la humanidad, del triunfo de la luz sobre las tinieblas del error, de la verdad a pleno sobre el infame subjetivismo del color. ¡Ésta es Nuestra Era!
__Vencimos. Vencimos al error, a la duda, a la discusión, a los desaciertos.
__¡Qué grande! Por milenios y milenios el hombre esclavizado a sus pasiones en la noche, y a su juicio erróneo en el día. Por milenios y milenios la mente humana embrutecida en la noche y en el color. ¡Y a nosotros nos toca por fin hacer amanecer la verdad y la moralidad sobre estas tierras!
__¡Nosotros vencimos a la Naturaleza! ¡Por fin la vencimos!.
__Perdón que vuelva a interrumpir esta cadena de auto alabanzas __dije__:, tengan en cuenta que mi mente es muy pequeña, que soy pecador y libertino... como la mayoría de los miembros de esta isla. No tuve la misma suerte que ustedes de estar ungido de ninguna dote extraordinaria, por eso digo lo que voy a decir, y me parece prudente que lo tengan en cuenta, ya que yo represento por mi forma de pensar y de ver (que me gusta la noche y el color) a la mayoría de los habitantes de esta tierra. ¿Cómo haré yo, y cómo harán los pobres miembros de esta isla para dejar de ver color?
__Lo principal es la mentalidad __respondió el estadista, para quien yo representaba poco más ducho en entendimiento que un insecto__, el color está fundamentalmente en la mentalidad, debemos pues educar y convertir esa mentalidad. Por ello yo hablé de un cambio radical. Hay que educar la mentalidad, y la mentalidad colectiva. En masa el hombre individual no piensa, se contagia: no es creativo sino un mero reproductor de lo que escucha. Por eso con una fuerte publicidad preñada de eslóganes simples y directos que responda a los miedos más profundos del ser humano, podremos llegar a convencer que la realidad es blanca. El miedo a la soledad, al aislamiento, a la falta de valoración es un exquisito elemento para explotar en el sentido por nosotros propuestos. Blanquear la realidad es la verdadera solución a todas las angustias humanas. Es una urgencia, un servicio, una necesidad.
__Aún así, creo que no será muy fácil.
__Nos costará armar de nuevo las estructuras, nos costará educar en el sistema, pero a la postre todo se simplificará; el futuro será un mundo pacífico, cargado de tranquilidad, sobriedad, verdad, simplicidad. Nadie podrá equivocarse, y hasta el más idiota poseerá la sabiduría; las discusiones, producto de la subjetividad, serán erradicadas para siempre __en tanto su discurso se condimentaba de una cada vez más creciente cuota de calor y pasión, la admiración de todos crecía, y por sus relumbrantes miradas podía percibirse cómo aquellas mentes, ya blanqueadas por cierto, acariciaban con fruición la Utopía que pronto estaría encarnada en nuestra isla__. Imaginemos __continuó totalmente enseñoreado del sentir de sus oyentes__, imaginemos una sociedad dedicada sólo a lo esencial, depurada de vanidades, malas intenciones, malas inclinaciones, perversas pasiones, horripilantes errores... una sociedad absolutamente pura, limpia, perfecta. ¡Cuánto alivio! ¡Cuánto reposo! ¡Qué gran cosa no tener necesidad de razonar intensamente para encontrar la verdad porque la verdad se te da evidente! ¡No sentir más el doloroso momento de la duda, el miedo al error! No, con todas las cosas blancas, sin color y sin noche ya no sufriremos nunca más la angustia de la duda, la pluralidad de opciones, las interpretaciones diversas y divergentes. ¡Es un reino perfecto! ¡Perfecto y está en nuestras manos! ¡Señores... el destino de la humanidad está en nuestras manos!
El recinto en pleno estalló en una ovación desmedida.

Pero si poco le costó a nuestro estadista convencer de la necesidad de erradicar para siempre la noche y el color, otra historia muy diversa fue el modo práctico a través de cual se lograría. Acostumbrados al cromatismo y a la oscuridad, con todos sus nefastos inconvenientes, blanquear el modo de ver las cosas no debía ser sencillo para los habitantes de la isla. La pobre gente, ni muy intelectual ni muy filósofa, hablaba de hojas “verdes”, cielo “azul”, sol “amarillo”, flores “rosadas”... No, no era nada fácil habituales al acromatismo, a la perpetua claridad, a la blancura. A la larga el régimen terminaría dando sus frutos (así lo expresaron en esa sesión) podría gozarse de sus beneficios echando al olvido la nostalgia morbosa del color, la oscuridad, la subjetividad, y... por qué no... a la libertad... una libertad a que el sistema la adjetivo como: “mal entendida”.
El paso capital, la verdadera clave del asunto, el punto neurálgico sobre las espaldas del cual residiría el éxito o fracaso de la operación, recibía el fatídico nombre de “crisis”.
“Crisis”. Quiebre. Destrucción. Caos. La primera tarea no sería entonces proponer la solución (pues de primera instancia parecería absurda y ridícula a la pobre plebe), sino justamente lo contrario; había que promover la crisis, confundir aún más. Saturar los pobres oídos de la isla con miles de voces contradictorias, con miles de interpretaciones, con miles de propuestas y planteos. Cubrir toda la extensión con un manto de palabras vanas, ideas ininteligibles y sin sentido. Enloquecer simplemente. De ese modo se aumentaría el desconcierto, la incertidumbre y el pánico. Dicha crisis debía ser extendida a todos los campos de la existencia. El gobierno debería fomentar adrede el caos, apoyarlo en forma anónima y segura, promover de esta manera los desbandes sociales a fin de crear un total clima de inseguridad y pánico.
Luego de este quiebre, la mente débil y el alma colectiva desarticulada estarían en condiciones de beber con indecible sed la propuesta blanca. Después del caos el lenguaje del orden, del sistema pulcro, las respuestas simples, la seguridad en las estructuras, las simplificaciones, lo unívoco, lo de una sola dirección, se acataría no sólo con facilidad, sino con ansiedad, con fanatismo.
Se propondría términos nuevos, y los viejos serían “re-significados”:
Pureza.  Orden.  Seguridad.  Verdad. Superhombre.
El segundo paso sería “aislar”. La isla debería perder todo contacto directo con el resto del mundo para evitar el fenómeno del contagio. Porque el mal se contagia a vertiginosa velocidad; recuérdese que basta una manzana podrida para pudrir a las del cajón. Lo corrupto del resto de la sociedad penetraría aquí si no se corta toda comunicación con el exterior.
“Aislar”. Amurallar los límites, controlar todo lo que entra desde el resto del mundo, decodificarlo, estructurarlo, blanquearlo. Para aislar hay que “prohibir”. Prohibido salir y entrar a la isla, prohibido tener algún tipo de contacto humano con el “resto”, prohibido navegar el río, prohibido mirar más allá de nuestra isla.
El tercer paso sería “reinterpretar la historia”. El hoy no es el fruto del ayer, sino de la interpretación subjetiva del ayer. Para modificar el presente, se necesita reinterpretar la historia, re-significarla, pues la conciencia del pasado modifica sustancialmente al hoy. Realzar otros héroes, denostando a los que ya se tenían por tales; exaltar los momentos cubiertos del polvo del “no me acuerdo” para archivar lo que hasta ese “presente” se recordaba; subrayar otros datos, otros enfoques, otros detalles, y por sobre todo hilvanar los eventos con un hilo diferente.
Finalmente, coronaría el novel sistema el énfasis puesto en la educación, en los ritos, en la conducta, en lo que podría expresarse como una “religión”. Se plantaría un árbol legendario, y todas las generaciones alrededor de él cantarían el himno de la victoria Blanca; los miembros de la cámara de legisladores serían seleccionados entre los más notables en el arte de manejar la lógica. Sobre todo se apuntaría a manipular la mente del hombre por el camino más directo que es prestidigitando su conciencia, pues desde la conciencia se forma la imagen de sí mismo y se descubre como valioso o miserable. Codificar la conciencia del hombre es hacer que piense y actúe más allá de cualquier lógica o regla de realidad. El hombre mira desde la conciencia, cree desde su conciencia, se juzga desde su conciencia. Desde su conciencia se sabe un dios o un demonio. Había que hacerlo creer un dios en primera instancia, elevar sus capacidades, convencerlo de su necesidad de ir por encima de sí mismo, y como seguramente su imagen interior no corresponderá al ideal planteado, se sentirá terriblemente miserable, necesitado de redención, esconderá su miseria subordinándose con pasión al sistema, fanatizándose, mimetizándose. El sentimiento de dios y de demonio van de la mano, y normalmente entrampan de un polo a otro polo a la pobre alma humana. En otras palabras, se exaltaría de tal modo al hombre que se lo haría sentir un imbécil; de ese modo es totalmente versátil.
Increíblemente el sistema cerró. Increíblemente lo lograron. Lograron blanquear toda una sociedad, una cultura, lograron erradicar la noche y en nombre de la verdad retorcieron todas las cosas hasta hacerlas blancas.
Lo hicieron para que el hombre se sintiera superior.
Lo hicieron para que el hombre no se equivocara más.
Lo hicieron para que el hombre no divague en la ambigüedad.
Lo hicieron para que el hombre no sufra angustia y soledad.
Consiguieron que el hombre no pueda despegar su mirada del piso.
¡Paradoja la de este hombre!: es Esclavo cuando quiere engrandecerse por encima del mundo, del orden natural implícito en la realidad, y es Señor sólo cuando reconoce su lugar dentro del Universo, por cierto, un lugar particular, un lugar donde se puede mantener únicamente si sabe estar en equilibrio entre el todo y la nada.
Un relato para el que logre descifrarlo.
Alberto, enemigo del sistema blanco

1 comentario:

  1. Esta es la situación primigenia que origina la Isla Blanca, contexto en el que Andrea despliega su experiencia. (De la novela "El credo de Andrea", disponible en http://www.amazon.com/dp/B00YERQEA0

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